miércoles, 25 de junio de 2008

Trabajadoras del Hogar

Resumen Cháchara Trabajadoras del Hogar - Volumen 2



En el texto de Teresa Ojeda Parra “Prisiones Domésticas: Ciudadanías Restingidas”, Ojeda nos da un panorama de la situación de las trabajadoras del hogar, a nivel de América Latina y, especialmente, del Perú. En un inicio, Ojeda define quiénes entran dentro de la categoría de “trabajadora del hogar”. Evidentemente, la definición propuesta es una generalización que va a permitir, de manera teórica, determinar este rol que es integrado por un grupo tan heterogéneo. Es entonces que trabajador/a del hogar es “la persona que presta sus servicios remunerados en un hogar ajeno (cocinera, ama de llaves, lavandera, mayordomo, chofer)”.

Los orígenes de este trabajo se remonta a la colonización española. En aquel entonces, la trabajadora del hogar se encargaba de las diversas tareas domésticas. La raza de la servidumbre variaba según la ubicación, no obstante, los indígenas eran los más comunes y los que recibían menor salario. La manera de salario tomaba diversas formas, podía ser remunerada en alimentos, ropa, habitación, ayuda médica, entre otros.

En 1979, señala Ojeda, este trabajo constituía una de las pocas alternativas económicas para sobrevivir para los migrantes. Sin embargo, hay que resaltar que este trabajo era considerado como una ocupación transitoria.

Como nos explicó Blanca durante la cháchara, actualmente, el panorama no es muy diferente. Las (y los) trabajadoras del hogar no siempre son remuneradas(os). Hay veces que solo se les da “propinas” o se les paga con un plato de comida. Esta situación se deriva (en general, no siempre) del hecho de que en la sierra el trabajo comienza desde que las personas son bien jóvenes. Los padres prefieren que sus hijos estén colaborando en casa o trabajando a que estén en las calles.

Aunque está muy difundida la idea de que las trabajadoras del hogar oscilan entre los 16 y 25 años (aproximadamente), el grupo de personas que tienen esta ocupación es bien heterogéneo. Hay muchos niños que son trabajadores del hogar y estos suelen ser los menos remunerados. Además hay un grupo de jóvenes que están entre los 18 y 25 años. Del mismo modo, hay un grupo de mujeres adultas que cumplen esta función. El caso de las lavanderas es complejo, ya que no se les declara como trabajadoras del hogar, ya que su trabajo no es dentro de la casa del empleador.

Ojeda nos indica que la razón más común por la que población la infantil y adolescente de las zonas rurales es incorporada al trabajo doméstico viene de la pobreza y las pocas posibilidades de desarrollo; otro factor es por el riesgo al maltrato físico y el abuso sexual al interior de la propia familia.

No todos estos temas entraron a colación en la cháchara, pero nos va a servir de introducción para comentar aquello visto el martes pasado.
Una de las cosas más importantes de ese día fue que vinieron Blanca Figueroa y Sofía Mauricio de “La Casa de Panchita” para tratar el tema de las trabajadoras del hogar.

La Casa de Panchita está constituida por un grupo de personas (trabajadoras del hogar, ex-trabajadoras del hogar, profesionales, voluntarios del extranjero, etc.) que trabajan por cambiar, de alguna manera, la situación de la trabajadora del hogar. Su lema es: Hagamos algo ya.

¿De qué manera trabajan? De muchas formas. Las actividades que tienen se centran en los domingos, ya que es el día que (en general) las trabajadoras del hogar lo tienen como día de descanso. Se reúnen y dan clases de cómputo, talleres de inglés, danza, apoyo de parte legal, apoyo en problemas emocionales, también dan refuerzos a grupos en colegios, entre otras actividades.
Del mismo modo, brindan asistencia en cursos o talleres que refuercen la calidad del trabajo de las empleadas. Dan clases de cocina y otros.

Por otra parte, “La Casa de Panchita” actúa como agencia. De esta manera, negocia con los empleadores que buscan una trabajadora del hogar. Los contratos se firman con ciertas condiciones que permiten establecer los derechos de la trabajadora del hogar. Es así, además, como se profesionaliza el trabajo de las empleadas.

Sobre este punto surgió una pregunta: ¿Es mejor que las trabajadoras del hogar se acerquen a agencias o que el trabajo se establezca directamente con el empleador? El problema de las agencias, nos explicaron Sofía y Blanca, es que muchas no conocen a la trabajadora del hogar ni al empleador. En muchos de los casos, las agencias son informales y se aprovechan de ciertas situaciones. Hay veces que se quedan con el DNI de la trabajadora del hogar para impedir que deje su trabajo hasta que el empleador le haya pagado a la agencia. Hay otros casos en que las agencias cobran su “comisión” del sueldo de la empleada (lo cual no es lícito), cuando en verdad ese pago lo tiene que hacer el empleador.

En el caso de “La Casa de Panchita”, se tiene un formulario de observación del empleador para que este evalúe a la trabajadora del hogar. Además, establecen un contrato escrito, lo cual es favorable para ambos lados y le da un carácter más formal al trabajo. Del mismo modo, velan por el bienestar de las trabajadoras, estableciendo ciertas condiciones para el empleador.

Durante la semana, también hay atención en “La Casa de Panchita": ayuda a conseguir trabajo, cursos para niñeras, etc. Asimismo, el trabajo no se centra en Lima, también se brinda información y otras actividades en centros educativos en Ayacucho. Además, el grupo de “La Casa de Panchita” intenta difundir la ley de la Trabajadora del Hogar (Ley 27986) para que tanto empleadas como empleadores conozcan los derechos de la trabajadora del hogar.

Un tema que salió a relucir durante la cháchara, fue el del seguro médico. La ley establece que el empleador debe brindarle un seguro médico a la trabajadora. No obstante, esto es muy atípico. Una situación muy común es que las mismas trabajadoras del hogar no desean que les den el seguro. Esto se da debido a que el seguro es el 9% del sueldo mínimo (que es 550 soles), y hay muchos casos en los que a las trabajadoras del hogar se les paga menos de ese monto. Es entonces que muchas de ellas prefieren no tener seguro, ya que si lo tuviesen se les restaría una cantidad sustancial de su salario.

Sobre esto, uno de los voluntarios preguntó porqué no se recurría al SIS (Seguro Integral de Salud). El problema que surge en este es que en muchos casos no aseguran a las trabajadoras del hogar, puesto que tienen un trabajo.

Más adelante, surgieron temas en torno al maltrato al que se ven enfrentadas las trabajadoras del hogar. Es común que las trabajadoras del hogar sean víctimas de discriminación y/o que se violen sus derechos. Esto se evidencia en las largas jornadas de trabajo (es poco común que trabajen las ocho horas que les corresponde, hay casos en los que trabajan 14 horas al día), en los bajos sueldos, etc.

Es entonces que la mayoría de las trabajadoras del hogar sufran de falta de autoestima. Hay que recordar que hay casos en los que han sido víctimas de maltratos y abusos previamente.

Un hecho que me pareció importante resaltar es el de la migración sin retorno. Ojeda señala que el 72% de las trabajadoras del hogar son migrantes. Sobre esto, una cosa que nos comentó Blanca, es que muchas de ellas nos pueden regresar. En muchos casos, esto se da debido a que está mal visto. Por ejemplo, aquellas que regresan es muy posible que no se puedan casar, ya que las uniones (no matrimonios) en algunas zonas se establecen desde que son bien jóvenes. Hay otros casos en los que no las quieren desposar porque “ya conocen mucho”.

Después de esto, surgió la conclusión de que habían dos problemas principales: la mala remuneración a este trabajo y el maltrato/discriminación social.
Una cosa que explicó Blanca, es que hay una evidente exclusión a las personas que ejercen esta ocupación. U ejemplo de esta es el caso de los domingos: muchos servicios, museos, centros de salud o culturales, entre otros, no abren o no atienden los domingos, cuando es muy común que el día libre de las trabajadoras sea el domingo.

Frente a todas estas situaciones, la pregunta que muchos voluntarios hicieron fue: ¿Qué podemos hacer? La propuesta que nos dieron Blanca y Sofía fue: cambiar la actitud de uno. Mejorar el trato con nuestra empleada y/o difundirlo, dejar de lado la segregación. “Muchas de las chicas con las que trabajamos desean más que nada un buen trato”. Éste puede demostrarse con un “gracias”, “la comida estaba rica”, etc.

¿Pero esto es suficiente?, nos preguntamos muchos. Según Blanca y Sofía, sí lo es. Conjuntamente con esto, recomiendan que se muestre un interés por nuestras empleadas, hay muchas veces en que uno no las conoce: no saben cuál es su apellido, donde viven, qué cosas les gusta hacer, etc.

Se trata de romper jerarquías, nos explican Sofía y Blanca, a pesar de que es difícil. No obstante, no debes (es decir, no es necesario) tratar a tu empleada como si fuera de tu familia, señalan. Si bien puede y debe haber un trato respetuoso, uno sigue siendo el empleador. Esto es más fácil de comprender con un ejemplo. Blanca comenta que le parece terrible que cuando hay una comida en la que hay diez invitados y la empleada es la ultima en servirse; es decir, le corresponde las sobras. Esto es una falta de respeto. No obstante, si uno quiere invitar a unos amigos a comer a su casa, no tiene que invitar a su empleada a comer a la mesa con ellos (si no lo desea), ya que como empleador está en su derecho tener una reunión “privada”.

Llegado a este punto del conversatorio, muchos voluntarios no se vieron muy satisfechos. La pregunta seguía en pie y surgía otra: ¿Cómo transmitir esto a más personas? Es entonces, que se evidencia que las trabajadoras también deben hacer el cambio. Dentro de lo que uno puede hacer, está el cambiar la mirada hacia el trabajo de la empleada, un cambio de actitud. Del mismo modo, no hay que contribuir al establecimiento de relaciones verticales. Sobre todo en el caso de los niños, que pueden reproducir actitudes negativas.

Si bien esto parece poco, es un inicio, es una forma de cambio. Hay muchas formas de actuación frente a este tema. El punto es: Hagamos algo ya.

Para aquellos que quieran hacer más preguntas o tener más información, pueden entrar a la página web:
www.gruporerdes.org o llamar a la oficina de “La Casa de Panchita” (ubicada en Jesús María): 424-8665.

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