jueves, 7 de agosto de 2008

Mi primera vez

Algunos de nuestros voluntarios nos contaron qué sintieron la primera vez que fueron a construir. Puedes compartir tu experiencia con nosotros en nuestro blog.

“Nunca había ido a Ventanilla. El primer día que fui a Ventanilla para una construcción, me sentí tan perdido y a la vez tan ignorante que me sentía un invasor más, pero no había llegado a quedarme, ni tampoco a pasear y tomar fotos, había ido a construir. De hecho todo era nuevo para mí. Caminar, respirar, sudar, comer y hablar en Ventanilla me parecía raro, era como si poco a poco la arena me iba absorbiendo y el calor atrapando, y ver en la forma como las familias vivían en condiciones de extrema pobreza y aislamiento social me hacía pensar si debería estar cansado de trabajar construyendo o de ver como algunas personas podían vivir así. Lo pensé mucho y lo sigo haciendo. Y seguiré trabajando para que dejen de vivir así.”

Carlos Lira Ruiz – Logística

“En mi primera construcción quedé impresionada por la alegría y el cambio que significaba la vivienda para Alejandra y David. Sentí que los jóvenes -éramos diecisiete- teníamos mucha fuerza para cambiar esta situación de pobreza. ¡Miré los cerros con otros ojos y vi que había mucho trabajo por delante y que debíamos que comenzar ya! Tuve un poco de temor por el gran reto del que nos estábamos haciendo cargo, pero ese temor se convirtió en fuerza y ganas... Es un gusto poder compartir esto con todos ustedes y con tantas familias.”

Camila Gastelumendi - Voluntariado


“A ver… mi primer encuentro con la gente del techo fue en el colegio San Agustín en enero 2007, en la cual no conocía a nadie, a diferencia de la mayoría que compartía grupos de amigo. Bueno, en un primer momento lo que me jaló a inscribirme además de la ayuda social fue la construcción en sí, amo construir, por eso decidí estudiar ing. civil pero me fui dando cuenta mientras conocía a las familias y a los demás voluntarios, que esto era más que martillar, serruchar o pelearse con la manguera tratando de sacar las burbujas, lo que me unía con esos voluntarios, quienes hace unas horas atrás eran unos completos desconocidos era nuestro deseo de cambiar las cosas, nuestra molestia ante la indiferencia, lo que teníamos y tenemos en común es que nos jode que haya gente que viva en las condiciones en las que se encuentran donde un ambiente de 2 x 2 era sala, comedor y dormitorio, y toda esa rabia por la injusticia que estamos presenciando. Jamás olvidaré lo emotivo de la primera inauguración con Don Erasmo: con los ojos llenos de lagrimas y todos abrazándolo, me dije a mí mismo que esto no quedaría acá, así como la casa fue un impulso para la familia de Don Erasmo para salir adelante, la misma casa fue para mí el primer paso para abrir los ojos, fue un nuevo despertar, me hizo reflexionar demasiado, me hizo amar a la familia a la que construí, a los voluntarios con los que estuve esa semana, me hizo enamorarme del Techo, me hizo darme cuenta que si los jóvenes nos unimos podemos lograr grandes cosas.”

Edgar Escalante – Construcción y Logística

“Mi primera construcción fue ¡¡bra...va...za!!, extrañaba muchas cosas de mi casa pero, también sentí que estaba en una semana sin preocupaciones, sin estrés, etc...(cosas que me ponen en apuros), solo estaba ahí, en Pamplona, con mucha gente con pilas, jugando en la noche, conversando, contándonos cosas muy particulares, y también experiencias con las familias a quienes construíamos.
Es que no solo es ir y construir, sino también compartir y aprender. El primer día fue matadaso (todos subiendo al cerro de barro con los paneles y tablas). Dije: ¡no voy a poder con esto! ¡Me duele todo! Pero luego de haber tenido relación con las familias, cambié completamente eso y al día siguiente volvía con más ganas.
Los niños. Ellos nos robaron el corazón, también sonrisas. Recuerdo mucho al charapa...jajaja. Él nos perseguía a todas las casas y ayudaba; él no era un beneficiado, pero quería ayudar. En pocas palabras pude pasar frío, antojitos, dolores de cuerpo y cansancio, pero la recompensa fue inmensamente satisfactoria, todos felices.”

Claudine Martinez - Formación

“Cuando llegué al punto de encuentro en el Santa María, no sabía cómo actuar porque al ser la primera construcción a la que estaba yendo, en otro país, con gente que acababa de conocer, generó tantos sentimientos encontrados que en verdad no sabía qué esperar. Luego del viaje, llegamos a Chincha a conocer el lugar donde construiríamos. Desde el principio, hubo un afecto especial por parte de la familia que nos recibió que me hizo recordar por qué estaba ahí. Y la razón básica por la cual me uní al Techo es porque es muy fácil querer que el mundo sea un lugar más justo, lo complicado es empezar y comprometerse en hacer algo para que eso suceda. El Techo no sólo ayuda a las familias a dormir y tener una casa sustancialmente mejor a la que habían vivido hasta ese entonces, sino que les da la oportunidad a los voluntarios a ser el empujón que a veces necesitan las personas de pocos recursos para saber que pueden superarse. No es una ayuda asistencialista sino se trata de un verdadero trabajo en equipo sin importar edades, círculos sociales ni otras barreras. Lo principal es compartir de cada uno un poco y guardarlo contigo mismo siempre. En verdad no sabía como íbamos a construir una casa entre 4 personas, pero cuando terminamos la satisfacción al ver la cara de felicidad de la familia pagó todo el esfuerzo y los temores del principio. La mejor sensación es saber que después de una casa para una familia, no podré detenerme ahí y esa experiencia fue el inicio para siempre buscar más familias que sepan que pueden contar con nosotros, los voluntarios, conmigo.”

Daniela Pardo – UTPMP Ecuador

“Cuando llegué al colegio de San Juan estaba solo. A mi alrededor solo habían rostros de semblante perdido al igual que el mío. En mi cabeza rondaba un pensamiento ¿por qué no me quede en mi casa? No estaba seguro de lo que íbamos a hacer ni cómo era el trabajo. Solo sabía que iba a pasar los siguientes 8 días con esas personas que para mí eran completos extraños. Lo único que puedo decir es que todos esos extraños se volvieron familia y el asentamiento donde trabajamos por 8 días se convirtió en nuestra casa. Recuerdo a la gente. Recuerdo a mi jefa de cuadrilla que me enseño a construir con dedicación y demasiada paciencia, recuerdo a la señora Juana, ¿y cómo no recordarla? ¡si hacía un Ají de gallina que ni cuento! Recuerdo a sus dos hijos que jugaban ansiosos alrededor de la casa esperando que la termináramos rápido.

El trabajo fue recontra arduo, más de lo que imaginé. Descargar, llevar los paneles, las parrillas, los pisos, las calaminas a las casas. Sin embargo, al final al ver la alegría de la familia, la sonrisa que se dibujaba en sus rostros, las lindas palabras que te decían, ese pequeño instante hacía que todo valiera el esfuerzo. Después de mi primera construcción me quedó un sentimiento de nostalgia inmenso. Extrañaba a las personas con las que había convivido por ese breve lapso de tiempo en dónde fueron mi familia. En mi memoria se mantienen todos esos recuerdos que nunca se podrán borrar.”


Gustavo Flores - Comunicaciones

"Agustina, Alejandro, Freddie y Andrés en Semana Santa de 2006.
Freddie nos tiraba piedras desde lo alto y Agustina no me miraba de frente.
Andrés se hizo la pichi dentro de la casa cuando terminamos la construcción.
Mi jefe de cuadrilla se fue casi todo el tiempo de la casa porque había un borracho en una casa aledaña y fue a dar una mano.
Una de las cuadrilleras no se comió los tallarines.
La última noche le dije a un grupo de desconocidos que me llegaba al pincho la pobreza.
En los tijerales le lloré porque Agustina sí agradeció la casa.
Antes de irme del AAHH lloré porque vi miles de casas, miles de Agustinas y miles de Freddies.
Esa fue mi primera construcción, tenía 23 años y ya conocía la realidad de mi país, pero no sabía lo mucho que podía hacer para cambiarla."



Elsie Ralston - Formación y Voluntariado

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